Por JOAQUÍN SÁNCHEZ / Para los que defienden el sistema capitalista neoliberal las personas no tienen un valor que se traduzca en dignidad, derechos y obligaciones, sino que tienen un precio, que se traduce en un mero recurso mercantil al servicio de sus cuentas de resultados, de seguir enriqueciéndose. Por tanto, desde este sistema neoliberal se clasifica a las personas entre utilizables y desechables, que sobramos y el destino que nos queda es la miseria, la pobreza, el hambre y en muchos rincones del mundo la muerte. Hay que seguir insistiendo que cada día mueren más de 75.000 personas de hambre, de las cuales la mitad son niños y niñas. Los desechables en el primer mundo estamos abocados a la marginación y en el tercer mundo están abocados a una muerte temprana.

Para mucha gente, cualquier vida no es estéril, es única, irrepetible, que hay que preservar, cuidar y mimar. Toda persona tiene derecho al cariño, al respeto, a la valoración y al reconocimiento, toda vida humana es sagrada, deber ser una vida con los demás y para los demás. De ahí que defendamos un mundo habitable para todos, sin excepción alguna. Y, si alguien le va mal, se le ayuda y  apoya y se motiva para salir adelante. Una persona no es un gasto que se pueda cuantificar. Para muchos de nosotros decir, por ejemplo, cuánto cuesta la atención médica de las urgencias, es poner precio a la salud, que no es otra cosa que poner precio a la vida. Sigue funcionando el criterio que los sobrantes, los desechables, no merecen la pena y que se busquen la vida, porque los recursos económicos, todos los recursos económicos deben ir a es minoría elitista económica y social. No es de extrañar que Mª Dolores de Cospedal quiera dejar sin urgencias a miles de personas, porque para ella esas personas son sobrantes.

Aunque en otro artículo ahondaré más,  el sistema capitalista neoliberal tiene su propia antropología, su propia concepción de los seres humanos, porque para los que defienden este sistema no todo ser humano puede ser considerado persona. Su concepción, y no es una exageración, es que los seres humanos que no entramos en su grupo social elitista, somos animales de trabajo o animales  violentos entrenados para mantener el statu quo con la excusa que se lucha por la libertad y la justicia. Cuando ese ser humano ya no sirve, se le desecha, como está ocurriendo con los que tienen más de cincuenta años o se recortan atenciones asistenciales a los mayores, que es, y vuelvo a insistir, una eutanasia social. No se desenchufa los aparatos del enfermo, se le «desenchufa las prestaciones sociales». Para los neoliberales mientras le servimos para sus intereses económicos y geoestratégicos tenemos un lugar, cuando dejamos de serles útiles nos tiran y todo esto justificado en la actualidad por la estafa financiera. Cuando hablan de reformas estructurales nos están diciendo que van a tirar por la borda a miles de personas, es decir, les van a dejar sin trabajo, sin vivienda, con una educación mínima y con mayores dificultades de acceso a la atención médica. Es de entender, desde este razonamiento, que las reformas estructurales nunca afectan a los banqueros, las grandes fortunas, ni al entramado político que está al servicio de estos intereses inconfesables. Entre otras cosas, se benefician con las privatizaciones de los servicios públicos.

Todo esto lo endulzan con un lenguaje correcto. Por ejemplo, cuando hablan de productividad y competitividad se refieren a que los seres humanos tenemos que trabajar 12 ó 14 horas al día, ganando menos o con un sueldo de miseria, que no da ni para comer. Con estas condiciones no están hablando de personas, sino de seres humanos considerados animales de trabajo. Leí el otro día una entrevista a un personaje, no recuerdo el nombre, que decía que no había que trabajar 14 horas, sino 20 horas al día. Evidentemente no se refería a sus hijos, sino a los hijos de los utilizables.

Los utilizables, cuando ya no sirven, dejan de tener derecho a una vida en condiciones. Antes  se decía en la OJE “vale el que sirve” (a la dictadura), en la actualidad se podría decir que: Vale el que sirve a los capitalistas, sabiendo que cuando no interesen irán al cubo de la basura.

Queremos un mundo humano, habitable no sólo para la generación presente, sino  también para la generación futura. Nos quieren condenar a la represión y a la pobreza y que la aceptemos con resignación con promesas de un futuro mejor. Ésta es la gran mentira, por eso quieren seguir ganando tiempo para que sigamos esperando ese futuro que nunca va a llegar, mientras día a día consolidan la dictadura de los mercaderes.

Queremos otro mundo que es posible y necesario, cimentados en valores de justicia, fraternidad, liberación, paz, solidaridad,  y con gran sensibilidad al sufrimiento humano. Los capitalistas y sus funcionarios son egoístas, avaros, soberbios, dominantes y opresores. Ante esto, sólo cabe la respuesta de la movilización social para subvertir la historia, para que nuestra historia a partir de ahora sea humanizada.