Por JUAN GARCÍA CASELLES / Con abrumadora frecuencia mis queridos amigos me envían soluciones milagrosas para resolver la crisis esta que dicen que padecemos. Casi todas pasan por cargarse a los políticos como si ellos fueran los únicos culpables y nosotros los más inocentes del mundo, ignorando que si los políticos están ahí es porque nosotros mismos los pusimos donde están. O sea, que hay que mirarse las entrañas a ver porqué hacemos estas tonterías.

Las soluciones milagrosas suelen oler la mayoría al fascismo más cutre, así que he pensado en qué habría que buscar un método para que el personal distinga lo honrado del negocio, la propuestas de izquierdas de la simple utilización de la rabia ambiental para medrar económica o políticamente.

Y aquí viene lo de la prueba del algodón, que recordaréis todos del anuncio. Pues bien, esta prueba está en la solidaridad con los más desfavorecidos, o sea, con los pobres. Ej.: Si alguien dice que es muy de izquierdas y muy progresista pero lo que te propone es hacerte cada vez más rico, como hizo alguno que yo recuerdo, pues yo lo sabéis, la cosa tiene trampa y al menor descuido ya te han arreado una reforma laboral o una privatización de la riqueza común que son los bienes públicos, con la excusa de que hay que hacerlos más rentables o cualquier otra tontería que se les ocurra, porque se preocupan de los ricos y no de los pobres.

Si a los de la propuesta les pasa como a ET y solo hablan de “mi casa” y les importa un comino lo que ocurre al otro lado del estrecho de Gibraltar o en qué condiciones viven en los “asentamientos”, si se preocupan muchísimo de lo mucho que ganan algunos políticos y se olvidan de lo que gana el tendero de la esquina, el rey, o los banqueros, o el de Mercadona, pues eso. Si parten del principio de que todos los políticos son corruptos, mientras que ellos conocen la fórmula para hacer política sin políticos, como Franco, lo mismo.

Y así sucesivamente. Si los que quieren salvarnos piden justicia, hay que partir de que los que más justicia necesitan son los pobres del mundo, y no solo los españoles.

Pero si lo que pides es que te resuelvan tu papeleta, ¿por qué tendríamos que hacerte caso a ti y olvidarnos de los demás? Si tú puedes olvidarte de los otros, ¿por qué los otros tienen que acordarte de tus cuitas?

O sea, hay que fijarse si quien nos pide la firma o que difundamos sus ideas, está pensando en las grandes injusticias del mundo o solo en sus problemas. Si los pobres no son tenidos en cuenta, ni hay justicia, ni hay izquierda, ni hay ná. Si en la propuesta no se nombra a los pobres, como suele ocurrir, lo mejor es mandar el mensaje a la papelera y no hacer perder el tiempo a los amigos leyendo necedades, por mucho que juren que la suya es la solución perfecta.