Por JOAQUÍN SÁNCHEZ SÁNCHEZ/ Desde que apareció esta crisis se habla de que el capitalismo está fracasando o que se va a derrumbar por sí mismo ante el destrozo social que está causando ahora mismo en Europa y que nosostros los vivimos, mejor dicho, lo sufrimos en nuestras propias carnes. Veíamos muy lejos la pobreza en otros países, pero ahora ha irrumpido en nuestras vidas, en nuestras casas. Formamos parte de la pobreza y nos da miedo lo que nos queda por venir.
Cuando pregunto cuáles son los síntomas de ese “presunto fracaso” del capitalismo, se suele responder porque es insorpotable los niveles de pobreza a la que nos está abocando y es increible todo lo que está provocando este sistema: paro, precariedad, no llegar a final de mes, desportección social, desahucios, empobrecimiento, el abandono de los ya empobrecidos…Y, además, los verdaderos culpables de esta crisis salgan de rositas, forrándose y se vuelvan a enganchar al carro económico de nuevo desde otros sectores, sobre todo privados, que les permitan enriqueciédose.
Ante esto, le respondo que esto no es el fracaso del capitalismo, sino que es la realización del mismo capitalismo, porque los capitalistas quieren acumular y poseer toda las riquezas. Su afán de ganancia es ilimitado y tiene una carácter de permanente. Con este objetivo, consigue despoeer y despojar de cualquier bien, derecho o dignidad al resto de ciudadanos. Su esencia es cuanto menos seamos y más poseamos mejor. Este es el cerebro de la bestia. ¿Por qué existe el hambre en el mundo, cuando es posible erradicarla? Porque los capitalistas y sus insituciones la quieren. Es duro afirmarlo, pero es así. La vida humana y la naturaleza sólo sirven en la medida que son útiles para sus intereses. Cuando decimos que sirven al capitalismo hay que decir a continuación es que lo destruyen. Los árboles de La Amazonía sirven a los grandes madereros, porque son cortados, un trabajador sirve a las grandes empresas porque es explotado hasta que caen enfermos y son sustituidos por otros.
El capitalismo es la dictadura del dinero en unos pocos. A los capitalistas no les interesa la cultura, la educación, los servicios sociales, la sanidad, la vivienda, el trabajo, entonces, estos ámbitos de la realidad fundamentados en Los Derechos Humanos, les interesan en la medida que los convierten en negocios y en ganancias y se apropian de ellos a través de procesos de privatizaciones o recortando derechos. Aviso para navegantes, ya han echado el ojo a las cárceles, empezarán por la seguridad cambiando a los guardias civiles y poniendo a empleados de empresas de seguridad privadas.
Por todo esto, el capitalismo se expresa, se realiza y se crece cuando se despide a miles de trabajadores, cuando se precarizan las condiciones laborales, cuando se destruye la naturaleza, cuando se empobrece a la gente hasta la muerte, cuando se les vende armas para que se maten entre ellos y las multinacionales se queden con los recursos económicos, cuando se recortan derechos sociales, educativos y de salud, cuando se reprime a la sociedad a través de las leyes y la fuerza, cuando compran voluntades políticas, religiosas, militares, judiciales y de cualquier otro orden, cuando se pone precio a los medicamentos con la excusa de las patentes que impide el acceso a las mismas –es lo que está pasando con el SIDA en Áfrcia-, cuando se echa a una familia a la calle…y así un sinfín de realidades. El capitalismo es inherente a la injusticia, a la inmorialidad y a la indecencia. El antónimo de la vida es el capitalismo.
El capitalismo no está cayendo, se está consolidando y afianzando, porque sus pilares se basan en la pobreza, la miseria, la represión, la sumisión y la mera supervivencia. Lo que nos está ocurriendo es fruto del capitalismo, es el capitalismo.
Debemos vivir sin capitalismo, porque no deja vivir y hace inviable la propia existencia. Hay que cambiar las estructuras socieconómicas y transformar los corazones de aquéllos que no sienten nada de remordimiento con la muerte de personas como consecuencia de sus acciones especulativas, bursátiles, de narcotráfico, de venta de armas y de tráfico de personas.
El capitalismo es en sí mismo la expresión de un proyecto de maldad, de una maldad inteligente. No valen reformas, hay que recluir al capitalismo en los libros de la historia como un mal recuerdo, si queremos que la vida tenga y sea vida y no es una redundancia.
La verdad es que Joaquín, así, a primera vista no parece tan listo.
Mejora por segundos el jodío.