“Cuando el grajo vuela bajo, hace un frío del carajo”. Ya veis, la sabiduría popular sabe sacar conclusiones.
Por JUAN GARCÍA CASELLES / ¿Pero qué conclusiones hay que sacar cuando los que graznan son Mariano&Co? Porque desde que llegaron al poder, en vez de resolverlo todo en un plisplas, que es lo que nos habían prometido, no hacen más que amenazarnos con males sin cuento, todos ellos, como no, derivados de la desastrosa herencia que el todopoderoso Zapatero les dejó. Ellos, en cambio, no tienen poder para acabar con el paro ni este año, ni el que viene, ni se sabe cuando.
Parece claro que si no hacen más que acojonarnos un día tras otro es con la no confesada finalidad de que no protestemos por las muchas barbaridades que hacen o van a hacer, especialmente una reforma laboral que, basada en una ciencia imbécil y unas encuestas tendenciosas, conducen al proletariado hacia una esclavitud mal disimulada.
Quizá el sabelotodo Rajoy (cuyo único credo político es seguir al dedillo los dictados de la Merkel y la CEOE) crea que con esto va a inspirar confianza a los mercados (que lo dudo, porque augurar catástrofes no suele ser cosa que les encante oir a los inversores), pero seguramente no se ha pensado que a quien no le va a inspirar ninguna confianza es el ciudadano español de a pie, sea de izquierdas o de derechas, lo que va ser muy jodido para la economía.
Si hay una cosa en la que todos coinciden es que el principal problema de la economía española es la caída de la demanda, el bajo consumo de la población.
¿Y qué va a hacer la gente cuando sabe que si le despiden solo le van a dar dinero para comer mes y medio, cuando les oye un día tras otro anunciando recortes, augurando el crecimiento del paro, afirmando la imposibilidad de acabar con el déficit, buscando el hundimiento de cualquier tipo de servicio público y manifestando la triste impotencia del Gobierno para resolver una situación que, según decían antes, era cosa de coser y cantar?
Pues muy sencillo (y todos haremos lo mismo), van a apretarse el cinturón, renunciar al consumo menos necesario (vacaciones, cenas fuera de casa, cervecitas con los amiguetes, cine, etc.) y ahorrar todo lo posible, porque pintan bastos. O sea, bajar todavía más el consumo.
¡Es que son unos genios! (Y, además, eso que todos pensáis).